16 mayo 2008

LAS CASAS


Tengo una especial relación con las casas que he hecho mías, desde la segunda mitad de mi vida. No importa el tamaño, ni donde están ubicadas, si son pequeños apartamentos, buhardillas, si están en el campo o son casas señoriales en la ciudad. Las hice mías por su energía, sus características, su personalidad su historia. Creo firmemente que las casas son como un disco duro, donde queda reflejado todo lo que allí acontece; toman el carácter de sus moradores y procesan todas las experiencias y vivencias que han pasado por ellas. Tienen vida propia y hay que saber descubrirlas y durante el tiempo que las habitamos hay que ayudarlas para que se sigan enriqueciendo, con la presencia de familias, amigos, gente que aprecie donde esta y aporte también su grano de arena, para que sigan enriqueciéndose día a día, año tras año, para que puedan ofrecer un lugar amable a sus próximos moradores. Son como los hijos, tienes que dejarles crecer. Sobretodo si algún día tienes que dejarlas, hay que entregarlas, mejor que te las encontraste. Pasarlas con todo el cariño a sus otros habitantes y ellas se sentirán orgullosas de su pasado.

Por eso, mi amigo Julio Bermúdez, arquitecto argentino, viviendo en Sevilla, compartiendo conmigo espacios y sabiendo de mi amor por las casas, me regalo el libro "La Casa" de Múgica Lainez (libro que os recomiendo). En esta ocasión "la casa" habla en primera persona, recordando toda su vida compartida con tres generaciones de la misma familia, antes de que una inmobiliaria la derribara.

Al pasar por la ciudad de Rió Gallegos, provincia de Santa Cruz, en la patagonia Argentina he visitado el Museo de los Pioneros (del cual hablare en otro momento). El museo esta ubicado en una casa muy especial. La Casa Parisi, que ha sido restaurada para dejar testimonio de como se vivió en esa época. Estas casas eran transportadas desde Europa, desmontadas...En la información que me entregaron, me llamo la atención una poesia que Rita Drisaldi , escribió en primera persona, sobre la casa. Creo que la escritora conocía también el Libro de Múgica Lainez. Aquí va la poesía, y entenderéis mi amor por las casas.


¿En que remoto bosque habrán nacido los árboles que originaron mis maderos?
¿En que lejano continente habrán crecido?
¿En que planicie, en que valle, en que ladera?
¿Habrá el viento mecido los follajes, y habrá los pájaros, florecido en cantos...?
Hombres de tez curtida y fuertes manos,
Habrán talado el bosque, para darme un alma.
¿Quien serrucho, pulió, labro mi cuerpo?
¿Quien soñó con mis puertas y mis ventanas?
¿Quien diseño mis techos y mis pisos, mis espacios internos, mi fachada?

Cuanto tiempo ha pasado, cuanto tiempo!
Pienso aun en aquella travesía, el mar inmenso, la tormenta, la calma,y las mareas.

Parecía un trampa el viejo buque, tan pequeño y tan solo, sobre el agua.
Y yo encogida, atada, amordazada, la sal castigándome el costado;
Soñaba con la tierra prometida, con el sol, el viento, la alborada...

Al fin, después de algunas lunas, llegamos a este puerto para siempre,
Las voces de aquellos que me armaron fueron como la vida que volvía.
Supe que estaba viva y era amada.

Cobije en estas, mis paredes, tantos sueños y tantas esperanzas...
Fui refugio y abrigo para la recia estirpe que pobló con tesón esta comarca.

La sala se lleno de movimiento, voces que legan, voces que se marchan, hubo niños y juegos, alegría de mi alma.

Veladas amables y apacibles, otras veladas trágicas...
Llenas de zozobra y agonía cargadas de dolores y de lagrimas.
Noches de incertidumbre, con la muerte rondando...
Y noches en que la vida que llegaba,
Llenando de vagidos mi recinto haciame sentir como una madre.

Era toda vapores la cocina, crepitaban los leños en la estufa,
Las velas temblorosas alumbraban, inundaba el ambiente el aroma del caldo9.

El viento sacudía mí estructura, el invierno vestiame de blanco.
Pero yo seguí firme, como ahora, desafiando al tiempo y al ocaso.

Me acostumbre a oír distintas voces, las que Europa gestara en muchos años,
esas que cruzaron los océanos, las voces de Gales y de Francia, las voces del Rhin y de Noruega, la dulce voz de Italia...

Y esa voz que aun escucho: El castellano, que amarró para siempre en estas playas,
Encontré voces nuevas, no entendí, al comienzo, esas palabras.
Esa imponente raza de ojos negros, me tuvo por hogar y por morada.

Aprendí sus historias, sus leyendas;
el monótono ritmo del kaani; compartiendo en silencio la arrogancia del que sabe lo mucho que ha perdido,
pero guarda el orgullo de su raza.

Fui hogar y consultorio, oficina y taller, y nave de sueños...
Escenario de vida y de trabajo.
Fui celosa guardiana y fui nodriza;
del tiempo pasado fui testigo.

No me dejen moriré en polvo y en ceniza,
son fuertes aun mis vigas, airosos mis aleros,
soy la casa de ustedes,
mi casa es Rió Gallegos...!

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