26 febrero 2008

EL ESTADO DE MINAS GERAIS ES LA PERLA COLONIAL DE BRASIL

El oro, los diamantes y el genio de Antonio Francisco Lisboa “O Aleijandinho”, el llamado Miguel Ángel brasileño, son el origen y el embellecimiento del mosaico de ciudades coloniales que salpican las sierras agrestes de este estado, el segundo de Brasil en términos de extensión (dos veces España) y riqueza, considerado como su propio El Dorado.


Ouro Preto, es decir oro oscuro, por laganga negra que subirá las pepitas, es Ciudad Patrimonio de la Humanidad y se conserva casi tal como era en el siglo XVIII. En lugar de rascacielos encontramos las torres y fachadas barrocas de sus 13 iglesias; en vez de restaurantes de fast food, las tiendas de piedras preciosas enmarcan su hermosa plaza central, mientras que sus empinadas calles, flanqueadas por casas y mansiones de una o dos plantas, conservan el empedrado del día que se fundo. En muchas esquinas se descubren oratorios para exorcizar fantasmas y fuentes de piedra donde el agua canta bajo viejas inscripciones en latín.















La fiebre que provoco el descubrimiento de oro en los ríos de la zona causo tal estampida que pareció que el resto de Brasil se iba a quedar despoblado.Pero la historia de la ciudad se cuenta con facilidad bajo los tejados rojos y junto a las puerta y balcones repintados de vivos colores, es en sus iglesias donde se conservan las riquezas de cuando Vila Rica de Alburquerque, como se llamo desde su fundación en1711 hasta 1823, era LA MAYOR CIUDAD DE BRASIL. Las hermandades de mineros competían en la construcción de nuevas iglesias, con esplendidos interiores rococos de dorados y punturas.

Este es el caso de Antonio Días de Oliveira, el bandeirante descubridor de los primeros yacimientos auríferos de la comarca y patrocinador de la Iglesia de Nuestra Sra. De la Concepción, la primera iglesia de Ouro Preto. San Ifigenia, fue construida por Chico Reí, un rey africano llegado con su tribu para trabajar en las minas consiguiendo amasar una gran fortuna. Amen de las bellas esculturas y pinturas de su interior, se conserva la pila bendita donde las mujeres se lavaban el cabello y hacían caer el polvo de oro recogido clandestinamente en la mina (incluso a veces en las unas de las manos) y empleado en la construcción de la iglesia.

Si Ouro Preto vive bajo el peso de su historia, Sao Joao del Reí, se ha modernizado sin perder su carácter provincial. Sus calles pavimentadas, muestran un ambiente de otros tiempos con un comercio muy animado y paseantes a lo largo de las riberas del rió que corta en dos la ciudad. De su época de esplendor también por sus minas de oro, guarda una media docena de iglesias barrocas y un estupendo museo ferroviario.





































Precisamente, lo propio para visitar la ciudad de Tiradentes, es tomar el viejo tren mantenido como los chorros del oro que, desde 1881 recorre los 13 Km. que separan a estas dos ciudades. Tiradentes es un lugar pequeño con preciosas mansiones dieciochescas. La población dormita durante la semana con todos sus hechizos inocentemente desplegados entre fachadas de colores paste, macizos de flores y palmeras, mientras sus vecinos- artistas comerciantes y artesanos- se reúnen en las placitas o en los escasos bares abiertos.

Los fines de semana Tiradentes despierta. De Rio y de Belo Horizonte, llegan los visitantes y propietarios de esas maravillosas viviendas, se abren portalones y contraventanas. Tras ellos aparecen las tiendas de anticuarios y de artesanía muy selecta, los restaurantes de fusión y los cafés con estilo.

No deja de sorprender que en el Minas Gerais de la epoca, asolado por la violencia consustancial con la busqueda del oro y diamantes, naciera uno de los amuores artistas de Brasil. Antonio Francio Lisboa, hijo de un arquitecto portugués y una esclava negra. Su sobrenombre O Aleojadinho (el lisiadito), proviene de una terrible enfermedad que le hizo perder poco a poco, las extremidades de sus miembros.




















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